lunes, 20 de diciembre de 2010

Noche de vestido


Es sabida mi inclinación por los perfumes Kenzo; tuve y tengo en mi mesa de luz Kenzo d’été, Amour, Flower y recientemente ligué un L’eau par Kenzo gracias a que me robaron la billetera. Así me pasé unos días en Montevideo: sin documentos, sin dinero pero con perfume francés.
Lo que nunca en mi vida me imaginé es que además de llevar sobre mi piel esos deliciosos aromas iba a tener la oportunidad de vestirme con un auténtico, un original, un genuino vestido de Kenzo.
Y todo, gracias a mi amiga Ile que en su placard de Rosario guardaba un rinconcito para la magia hecha vestido. Gracias a que hace unos años deambuló por el mundo y en una de sus paradas, en Barcelona, se encontró una bolsa con ropa tirada en la calle. Gracias a que es muy curiosa y quiso ver qué había dentro; y a que entre las vestimentas estaba este floreado atuendo que me hizo pasar una noche impagable.
Posé como las quinceañeras y las novias en el Parque Independencia, desfilé por la rampa del Jardín de los niños en un cóctel íntimo y cerré la aventura nocturna en el bar La Isla, bajo el reflejo de la luz que destilaba la bola de espejos y con Jimi Hendrix de fondo cantando “Sweet angel”.  
素晴らしい   

lunes, 18 de octubre de 2010

Perfume II


Hay un tubito de esos de los rollos de fotos que guarda un aroma muy especial. Era verano viajaba a Montevideo en Buquebús, tenía la cámara y un rollo de fotos. Una vez colocado el rollo me quedé con el tubito de plástico negro. Cuando era chica mi mamá guardaba las monedas ahí. Pero yo no tenía monedas, tenía que guardar otra cosa.

Esperé a que el freeshop abriera sus puertas, me acerqué al mostrador de los perfumes y les pregunté a las chicas por algún perfume ‘avainillado’ –término que me sugirió mi amiga Carita que en alguna época fue promotora de fragancias en lugares top como el Patio Bullrich, donde veía cómo mujeres gastaban el equivalente a su sueldo en un minúsculo pote de crema facial–. Y así pasé por unos cuantos aromas hasta que ya no quedaba espacio para portar las muestras en mi piel. Pedí un cartoncito y allí se perpetuó por siempre Kenzo amour. Lo guardé en el tubito del rollo fotográfico para que se concentrara.

Cada vez que necesito oler algo rico, no tengo más que destapar mi tubito: aún hoy conserva el aroma ‘avainillado’ de Kenzo amour.  

domingo, 12 de septiembre de 2010

Francis Mallmann

Viste sweater rosa, pañuelo al cuello al tono, boina y saco de terciopelo rayado. Usa botas de montar no en vano: el hombre llega a caballo a un paraje inhóspito en la Patagonia, al lado de la Cordillera de los Andes. Llega solo pero evidentemente tiene un equipo numeroso que ya hizo gran parte de su trabajo: prendió los fuegos, armó la mesa, abrió el vino para que respire.

No tiene pinta de gaucho, pero el hombre se esfuerza en combatir el frío y el viento. “No sé cuántos grados bajo cero debe hacer, pero muchos”, suelta. En semejante hostilidad, se anima a terminar el plato del día: entrecot de cordero con “pastel de papas rosadas y cebollas”.

Ni bien termina el plato, solamente atina a probar las papas y dice: “Esto es exactamente lo que quería”. Por la televisión se ve delicioso y claro, los ojos siempre dicen la verdad. Después de ese mini bocado y dejando el plato intacto, confiesa: “Me voy, no lo soporto más. Hace demasiado frío. El hombre tiene que saber cuando la naturaleza dice basta. Me voy”. Y sin perder más tiempo, cabalga de regreso al refugio; se le vuela la boina pero poco le importa, ni siquiera se acuerda de su chihuahua, que quedó dentro de un bolsito en el desolado paisaje patagónico.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Gastón cena conmigo


Pilar Sagarra, Mesa para dos III, de la serie "Interiores"

Carita me lo preguntó: “Che, ¿lo pusiste a Gastón ahí para que te acompañara todas las noches?”. La verdad es que no. Lo había dejado ahí porque lo quería llevar para arriba, al cuartito, pero como no tenía con qué pegarlo lo dejé en el living. Sí, Gastón está en la banqueta del living, él está pegando un revés sublime pero también está sentado a la mesa. Conmigo.
Ponemos Jamiroquai (que nos gusta a los dos) y bailamos; hacemos sombra con la raqueta para practicar el saque. A mí me sirve mucho que Gastón esté en casa. Gracias a sus sugerencias, mejoré notoriamente mi revés y puedo aguantarle la pelota a mis compañeros. Por ahora, me sigue acompañando en la cena, en la intimidad del hogar, pero en cualquier momento salimos de paseo. Nos tomamos el 12, nos bajamos en Congreso y vamos a los courts de Pasco y Rivadavia. Después de jugar nos tomamos una birrita en Bellagamba y compramos algunas cosas para la cena. Volvemos a casa y él me dice: “A mí me gusta la banqueta, yo me siento acá”. Y cenamos, cada cual en su silla.

sábado, 28 de agosto de 2010

Martín “sopita” Buscaglia



Repetirse, reinventarse, renacer. Hace un mes, en el Club Atlético Fernández Fierro, vimos a un artista re. El show de Martín Buscaglia, el hombre orquesta –como él mismo se define– es muy extraño, me resultó esquizofrénico, extravagante, reiterativo, y hasta reflexivo. Buscaglia se ve ahí en el escenario, aparece solo pero acompañado por sus instrumentos y por él mismo. Porque en su show no hay un único Buscaglia, hay muchas versiones de ese Buscaglia. Él viene con un bonus track y como sabe que tiene un plus, juega todas sus cartas. Primero saca uno que hace palmas, otro que mete un “chiqui-chiqui”, uno que interpreta los sonidos de percusión del candombe, otro que activa sonidos de videojuegos.
Durante el show me sentía en una gran sopa de fideos. Como cuando jugás con la cuchara en el plato, intentando tomar más caldo pero los invasivos dedalitos se adelantan, ganan el lugar porque quieren entrar, quieren subirse al viaje. Y en la próxima cucharada, otra vez, aparecen más y más fideitos; no se agotan, como Buscaglia, se regeneran.

domingo, 25 de julio de 2010

Piedras al 500



Mariano tiró la data. Parece que ahí en Piedras y Venezuela hay un local que comercializa bebidas alcohólicas a buen precio. “El Jack Daniels está ochenta y pico. El Beefeaters, 83”. Mariano informaba y se sumaban las preguntas: “¿y el Chivas, el Chivas cuánto está?”. Además de whiskies y gins, en Piedras al 500 hay vinos, atún y aceite de oliva. Y todo, siempre más económico que en el supermercado o en el almacén de barrio. 

Pero no cualquier cosa se encuentra en Piedras al 500, hay ciertas maravillas de la naturaleza que no están en un localucho de San Telmo. Una mujer como ella, que es linda, inteligente, que tiene rulos, que le cuelga los cuadros al novio y le arregla las lamparitas, no está exhibida en la vidriera. Para toparse con una mujer así hay que recorrer mucho y hurgar en los lugares más inhóspitos. Mariano es un chico curioso, que busca y encuentra. Mariano sabe dónde está lo bueno.   

lunes, 28 de junio de 2010

Gracias Diego


Yo le quiero agradecer a Maradona. Le agradezco profundamente el gesto que tuvo con nosotras, las chicas. Acá, en la tele local, no nos tratan muy bien. No solo porque con frecuencia nos exponen como objeto, sino porque no se muestra todo lo que vale la pena.
Un pibe que juega en Colón de Santa Fe, ya de por sí, tiene poca prensa. Y si a eso le sumamos, el puesto y la discreción de su juego, estamos sonadas. Es que en la tele no se suele entrevistar a jugadores de tercera línea. Pero en algunos casos, valdría la pena cambiar. Decíme si una aparición suya por semana no le subiría unos puntitos el rating a cualquier programa de deportes.
Por eso, cuando nadie lo tenía en sus planes, Diego jugó para nuestro equipo, nos tiró un lujo increíble y sin sonrojarse lo llamó. Le dio la oportunidad a él de ir a Sudáfrica y a las mujeres, de verlo seguido.
Y ahí está él, grabando todo con su camarita, sonriendo para nosotras, y aunque no juegue, cada tanto lo enfocan. Aparece entre los suplentes en los entrenamientos, bajándose del micro, sentadito en el banco, acomodándose el rodete, ese que tan lindo le queda, charlando y riéndose con un compañero en el reconocimiento del campo de juego, esparciendo belleza por el estadio.
Gracias Diego. Gracias por ser distinto y convocarlo a Garcé. Gracias por jugar para nosotras.